Aquí están todos los temas de la novela gótica y ejemplos de fragmentos de algunas novelas góticas:
Depresión:
El pobre hombre está abrumado por una tristeza tal que da pena verlo. Anoche era un hombre abierto, de aspecto feliz, con un rostro enérgico y juvenil, lleno de fuerza y con el cabello castaño oscuro. Hoy es un hombre gastado ojeroso y viejo, cuyo cabello blanco armoniza con los ojos hundidos y ardientes y los rasgos de su rostro marcados con la huella del dolor.
Miedo:
El tiempo que estuve esperando se me antojó interminable, y sentí que en mi interior se agolpaban dudas y temores. ¿A qué clase de lugar había venido y entre qué clase de gente me encontraba? ¿En que horrible aventura me había embarcado?
Durante un segundo, el corazón se me quedó paralizado, y me sentí en ese estado de vértigo mental en el que uno experimenta una especie de embriaguez espiritual, aunque el cuerpo mantenga erguido, sin dar tiempo a caer antes de recobrarme.
Nadie podrá nunca imaginar el horror de mi trabajo llevado a cabo en secreto, moviéndome en la húmeda oscuridad de las tumbas o atormentando aun animal vivo al intentar animar la materia inerte. Ahora, con sólo recordarlo, sentí que me posee el espanto y que todos mis miembros se estremecen.
Insatisfacción:
Sin duda, el desgraciado se estaba torturando, como hacen los locos, con innecesarios pensamientos dolorosos por estar insatisfecho por su cometido.
Terror:
Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena….
Agobio:
-Será el viento- dijo, y poniéndose la mano sobre el corazón procuro tranquilizarse.
Pero su corazón latía cada vez con más violencia, la puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes con un chirrido agudo, prolongado y estridente.
Locura:
Por amor de Dios… pronto… pronto… hágame dormir… o despiérteme… pronto… despiérteme! ¡Le digo que estoy muerto!
Soledad:
Allí estaba aquella muchacha, dejando a un lado los terrores que lógicamente experimentaba ante la muerte, para velar ella sola ante el féretro de la señora a la que amaba, para que aquel pobre barro no que quedara solo hasta el momento en que le dieran el descanso eterno...
Lujuria:
El anciano la miro con una especie de repentina ferocidad, medio levantándose de su banquillo, y me dijo súbita y roncamente:-¡Déjeme ver! Estaba a punto de tenderle la sortija cuando exclamó la anciana:-¡No,!,¡no, no se la dé a Pierre! Pierre está chiflado. Pierde las cosas; ¡y es una sortija tan bonita!-¡Gata!- dijo el viejo salvajemente.
Muerte:
Su enfermedad era de las que permiten un cálculo preciso sobre el momento en que sobrevendrá la muerte. Convinimos, pues, en que me mandaría llamar veinticuatro horas antes del momento fijado por sus médicos para su fallecimiento.
Amor:
Estaba muy enamorado de una joven que, aunque correspondía a mi pasión, se sometía a los deseos de sus padres hasta el punto de que les había prometido no verme ni escribirse conmigo durante un ano. Yo , a mi vez, me había visto obligado a acceder a estas condiciones con la vaga esperanza de que los padres me admitieran.
Frustración:
Todos los hombres estábamos bañados en lágrimas. Era inútil tratar de evitarlo, y lloramos sin disimulo. También ella lloraba, al ver que se imponían sus consejos, más benévolos.
Sufrimiento:
Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgía de mi pecho.
Fantasía:
Fantasías como ésta se presentaban por la noche y extendían su terrorífica influencia aun a mis horas de vigilia. Mis nervios se trastornaron y fui presa de perpetuo horror.
Cambios de personalidad:
Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pelos los locos no saben nada. En cambio… ¡si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado… con qué previsión… con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui mas amable con el viejo que la semana antes de matarlo.
Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón.
Asesinatos:
Me basto un segundo para arrojarle al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. El viejo había muerto. Su ojo no volvería a molestarme.
Oscuridad:
Aproveché la pausa momentánea y la tregua de estos ojos que habían estado escrutando mi rostro para observar atentamente el lugar ahora oscuro y poblado de sombras del crepúsculo.
Supe que había recobrado el uso de mis facultades visuales y, sin embargo, estaba oscuro, todo oscuro, con la intensa y total capacidad de la noche que dura para siempre.
Angustia:
Me retorcí y ejecuté espasmódicos conatos para forzar la tapa; no se movía. Me palpe las muñecas en busca de la soga: no la encontré.
Se hallaba embargada por una angustia tan evidente que traté de consolarla, sin conseguirlos.
Desesperación:
Ahora sabía el peligro que corría en toda su dimensión:¡ estaba rodeado de gentes desesperadas! No podía ni imaginar cuántos habría agazapados en el suelo, detrás de la chabola, aguardando el momento de atacar.
La desesperación –tal como ninguna otra desdicha produce-, sólo la desesperación me apremió, después de una larga duda, a levantar los pesados párpados.
El mal, lo sobrenatural es siempre maligno e incontrolable:
Creo que puedo aplicar esta misma idea a la vieja… en todo menos en lo de divino, porque sabía decir que resultaba más espantoso, si su risa desagradable, maliciosa satisfecha y cruel, o la mueca torcida y el horrible agujero cuadrado de la boca, como el de una máscara trágica, y el resplandor amarillo de sus escasos y descoloridos dientes encajados en unas encías deformes. En aquella risa y en aquella mueca estaban reflejado el mal.
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